Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. (Génesis 17:3-4)
Las lecturas de Génesis 15 y 17 muestran las dos etapas de la alianza de Dios con Abram. En primer lugar, Dios exige a Abram que confíe en Él y reciba la promesa de salvación. Este don inmerecido, sin embargo, debe ser sucedido por una devoción comprometida. ¿Recuerdas el versículo que afirma que Jesús trajo la gracia y la verdad (Juan 1.17)? Sí, van juntos desde el principio.
El hecho de que Génesis 16 se encuentre entre estos dos capítulos tiene mucho sentido cuando leemos Gen 17.1. Habían pasado trece años desde que Abram había fallado en su confianza en Dios. ¿Podría haber sido este largo paréntesis una disciplina divina? ¿Una prueba de fe? ¿Tiempo de madurez espiritual? La eternidad lo revelará. Pero ahora Dios exige a Abram que asuma con mayor compromiso la responsabilidad que hay detrás de la bendición que ha recibido. Un hombre justificado no podría vivir sin anhelar honrar al Dios que lo salvó.
La respuesta de Abram a la voz de Dios es conmovedora. A diferencia de Adán, que es buscado por el Creador y no se responsabiliza del pecado que cometió, Abram se postra humillado, actitud de alguien que está siendo moldeado por el Eterno. ¿Todavía te postras ante el Señor para buscar su perdón y su misericordia?
LA FE ES LA LLAVE QUE ABRE LA PUERTA DE LO IMPOSIBLE. PERSEVERA EN ORACIÓN. NO TE RINDAS.