Independientemente de si trabajas en una oficina, o en tu hogar, o en una oficina en tu casa, cada mañana cuando abres tus ojos tienes un trabajo que hacer. Dios se agrada cuando te aplicas diligentemente a la tarea que Él te ha dado. Puede que sea un trabajo placentero, o puede que no; pero tanto si es como si no, míralo como un regalo que le haces a tu Padre celestial por el día. Hazlo como si Él te estuviera viendo cada paso que das porque, de hecho, lo está.
Lo que dice la Palabra:
Dulce es el sueño del trabajador. Eclesiastés 5:12