Hoy, Dios quiere que sepas que tu belleza brilla desde tu interior. A los críticos de la moda les encanta decir a las mujeres cómo se deben vestir. A muchos les gusta aconsejar un par de zapatos rojos, preferiblemente de atrevidos tacones, para dar una nota picante al vestuario de una dama. Quienes proponen esta sugerencia afirman que un par de zapatos especiales al ponerse cuando una mujer tiene el ánimo bajo o está deprimida puede darle una vuelta complete a su día, haciéndola sentirse hermosa y ponderosa. Aunque las corrientes de la moda pueden ser divertidas y a todas nos gusta vernos bien arregladas, no podemos olvidar de dónde procede la verdadera belleza y el poder. ¿No fue Jesús quien nos enseñó a no poner nuestro tesoro en las cosas físicas, como nuestro cuerpo o preocuparnos de dónde sacar nuestros vestidos? Él promete proveer para nosotros. Los zapatos se raspan, los collares se rompen, y las telas pierden su color, pero la verdadera belleza comienza en el interior. Cuando le permitimos al Señor Jesús que vista nuestro espíritu con el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, nos veremos hermosas porque se notará en nuestro rostro.
Lo que Dice La Palabra:
Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. (1 Pedro 3:3-4)